Tiene apenas 8 años y le donó a su papá la médula ósea para salvarlo

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«Mi mejor regalo es que él se cure», cuenta

Alejo, tiene 8 años. Es pequeño, pero también es un gigante. El mes pasado donó médula ósea a su padre, afectado por una leucemia. A veces lo cuenta con sencillez y explica que le dio “un poquito de sangre” para “sanarlo”. En otros momentos es más crudo: a sus maestras les dijo que la vida del padre dependía de él. Su historia, su enorme acto de amor, conmovió al país.

 

La clínica de Buenos Aires donde estuvo internado junto a su padre –el hombre permanece allí mientras se monitorea su evolución– lo eligió como paciente del año. Sus padres, los docentes, su entorno, coincidirán al describirlo como un chico “feliz, afectuoso, tranquilo, entusiasta, sensible”. Esa personalidad, y el amor desbordante por su padre, lo llevaron a “no dudar ni un segundo” cuando le explicaron que era el único en condiciones de donarle médula ósea.

“Estoy orgulloso de él, pero no sólo por este acto. Tiene un corazón muy grande y esa forma de ser que, donde va, donde pisa, deja una huella muy importante. Es un amor. Hoy es chico y a lo mejor no lo entiende, pero el día de mañana él también estará orgulloso”. El que lo describe sin ocultar la emoción es Rodolfo Ferrero, papá de Alejo.

El joven, de 27 años, permanece internado y con algún contratiempo de salud, pero espera tener pronto el alta ambulatoria. Eso le permitirá reencontrarse con Alejo y su otro hijo de tres años. En dos meses lo someterán a una punción para determinar cómo está la médula. Si es necesario Alejo volverá a donar.

A su papá le detectaron la enfermedad en enero de 2015. Este año, después de una recaída tras someterse a sesiones de quimioterapia, concluyeron que no quedaba otro camino posible que la donación de médula ósea. Y el único compatible era Alejo, a pesar que su padre se negaba a que lo sometan al tratamiento.

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